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jueves, 4 de octubre de 2012

Vuelta alforjera por Navarra, etapa 1: Burgui - Erro


Llegó el momento triste, por así decirlo. El momento de emprender la última aventura que queda en la carpeta "proyectos pendientes" de mi ordenador. La transición de la bicicleta a las botas ha traido esta situación. Desde luego, siempre se pueden hacer proyectos nuevos, pero hace muchos años que no se daba este caso, el de no tener nada en la recámara.
A sabiendas de ello, me cargo de ganas, tantas como cuando emprendí mi primera ruta alforjera, hará unos 20 años. Cómo ha pasado el tiempo... aun me acuerdo de aquel dia, con un mapa fotocopiado, sin cámara de fotos (¿qué era eso?), con un puñado de billetes en pesetas... y la misma incertidumbre de lo que sucedería, pues eso sí que no ha cambiado.
Conduzco durante la madrugada para llegar a Burgui al amanecer. Empiezo a pedalear muy bien abrigado, con toda la artillería excepto guantes. Unos pírricos 6ºC me avisan que estoy, posiblemente, remontando el valle más frio de toda Navarra, el Valle del Roncal.


Paso por Roncal, pueblo de donde toma su nombre el valle y también los afamados quesos.


El rio Esca acompaña los primeros kilómetros. Siempre en tendencia ascendente, así la velocidad es menor, igual que la sensación de frio.


Llego a Isaba, principal población del valle, con sus típicas casas de montaña.


Dejo atrás Isaba y voy a por la primera tachuela del dia, el Alto de Laza. Bastante fresco en el fondo de los valles, estoy deseoso de que me toquen los primeros rayos de sol. Un sol que luego me calentará más de lo deseado, pero que ahora busco con ansia.


Uztárroz, pueblo de 174 habitantes en lo alto del Valle del Roncal.


Aparece el sol. Agradecido, muy agradecido de sentir el calorcito en todo lo alto. La subida a Laza no supone apenas desgaste. El esfuerzo es mínimo, todo sea dicho, pues las fuerzas hay que guardarlas.


Coronando Laza, sirvió para que desapareciera la sensación de frio que arrastraba desde la salida, supongo que en parte también por haber dormido menos de 3 horas esta noche.


Corta bajada hasta enlazar con la carretera que subirá al Puerto de Larrau. Muchos caballos en la carretera. Merece la pena detenerse y contemplar su lento caminar, buscando zonas con buenos pastos.


Por haber sido desobedientes, castigadas sin patio, jejeje.


Primeros kilómetros del Puerto de Larrau. Vertiente española de 11 kilómetros al 6.5% de media. No es matador, pero ya es de los que van haciendo mella.


Estamos en octubre, pero talmente como si fuera primavera, todo en flor.


A media subida ando cuando veo el majestuoso Ori, primer dosmil del Pirineo empezando por el Cantábrico.


Una parada en este mirador para ver la boscosa Sierra de Abodi y la majestuosa pirámide del Monte Ori  (Pic d'Orhy en francés).


Vista atrás...


Al fondo, el Macizo de Larra - Belagua.


De nuevo miramos hacia adelante y vemos sin dificultad el trazado de la carretera que nos ha de llevar a la cima de Larrau, siempre bajo la atenta mirada de la pirámide navarra que es el Monte Ori.





Se retuerce la carretera buscando la forma mas cómoda de ascender.


Preciosas vistas que transmiten serenidad, aquí en la enorme soledad de esta zona.


Los requiebros de la carretera.


Al fondo diviso el túnel que acabo de cruzar, y estoy por fin en lo alto del Puerto de Larrau, a 1.585 metros.


Disfrutando el momento en la cima de este puerto.


El Ori, monte de 2.017 metros de altitud, es para los montañeros vascos una montaña mítica. Rodeada de leyendas e historia se levanta a caballo entre Navarra y Zuberoa con su gigantesca forma piramidal, convirtiéndose en el primer ‘dosmil’ pirenaico que surge desde el Oeste. Debido a su altitud y situación de aislamiento, este monte recibe con dureza los azotes de las ventiscas de invierno y guarda los rastros de nieve hasta bien entrada la primavera. Algunos montañeros se dirigen a su cima desde el párking que hay en la cima del Puerto de Larrau.


Me asomo a la vertiente francesa por donde voy a descender. Parece que me va a tocar "humedecerme" un poco.


Descenso vertiginoso y sin contemplaciones, a la espalda del Monte Ori.


La niebla extiende sus húmedos brazos intentando alcanzarme.


Brutal bajada, tan temida esta zona por los que suben Larrau por esta vertiente.


Haciendo acopio de rayos de sol, que veo venir que se me acaba lo bueno durante un buen rato.


Me despido del Monte Ori....


... y aunque al fondo, sobre la niebla, veo que en Bagargi también da el sol...


.... me dispongo a recibir el frio beso de este "mar de algodón".


Atravieso la espesa capa de nubes casi a ciegas y, una vez bajo ella, puedo volver a ver algo mejor la bajada de Larrau.


Imágenes típicas de Iparralde.


Con el dia tan bueno que estaba teniendo... como ha cambiado el cuento! Suerte que no llegué a quitarme el buff ni el gorro de windstopper... ni la chaqueta térmica. Aquí hace falta todo!


En el pueblo de Larrau, se inicia la carretera que sube a Bagargi. Inicios por este valle, entre hayas, y con pendientes muy llevaderas.


Todo cambia a falta de 6 kilómetros para coronar. La pendiente ya apenas bajará en algún momento del 10%, y la rugosidad de la carretera no ayudará al rodar de los neumáticos.


Me viene un kilómetro al 12% de media... y no es el peor!


La dureza de este puerto queda patente en esta imagen.


Belleza y dureza no son buenas compañeras, pero tomándoselo con toda la calma del mundo es posible que lleguen a un acuerdo.


Viene lo peor, este kilómetro al 13% de pendiente media.


El cicloturista solitario observa la cabaña solitaria. Estamos entre montañas...


No hay tregua y la pendiente no baja del 10%. Pero ahora, las vistas empiezan a ser acojonantes, hablando en plata. Vamos a dejarnos de palabrería y disfrutemos de estas postales. Pirineo en estado puro.











El Monte Ori, señoreando todo cuanto alcanzamos a ver.





Ovejas lachas, tranquilas, a lo suyo...


Y yo, a lo mio, que es a disfrutar de todo esto. Para eso vine, y en ello estoy.





En la cima de Bagargi. Grandísimo esfuerzo que no tuvo menor recompensa.





Descenso por el Foret d'Iraty, uno de los mayor y mejor conservados bosques de hayas y abetos de Europa.





En las inmediaciones del Chalet Pedro, tomo la carretera que me sacará del Foret d'Iraty a través del Col de Sourzay.


En las postrimerías del Bosque de Irati, subiendo Sourzay. Muchos buscadores de setas se pueden ver merodeando por la zona.


Casi sin darme cuenta, todo rastro de bosque ha desaparecido y se dejan ver las onduladas formas de los montes de Iparralde.


Alcanzando el Col de Sourzay, me vuelvo a dejar impresionar por estos paisajes. El Iraukotuturro, con sus dos cimas, preside este momento.


Esta familia francesa se dispone a dar buena cuenta de su comida. Seguro que con estas vistas, les sabrá todo mucho mejor.


Carretera hacia la soledad. Únicamente rebaños... y yo.








La visión de alguna cabaña es lo que me dice que sigo estando en la Tierra, y no en algún extraño planeta deshabitado.


Suaves valles y ondulados montes son mis compañeros durante esta parte de la etapa.





El Pic Arthaburu, próximo el fin de este también duro ascenso.


Desde lo alto, enormes las vistas.


Por delante una larga bajada hasta el Valle de la Nive...


... donde unos buenos frenos son imprescindibles.


Cresteando.


Perdemos altura rápidamente y los verdes se vuelven cada vez más intensos.





Una vez en el fondo del valle, rodar suavemente y dejar que trabaje la inercia, que no las piernas.


Pasando por Esterençuby y disfrutando de la arquitectura propia de esta zona.








Luego llego a St-Jean-Pied-de-Port, capital del cantón del mismo nombre. Entraré en su ciudad fortificada, pedaleando por sus adoquinadas e incomodas callejuelas.


El puente romano sobre la Nive (o el Errobi en vasco).


Salgo de esta turística población (para muchos, el inicio del Camino de Santiago) y voy a por otro puerto larguísimo: el Puerto de Ibañeta y la prolongación hasta Ortzanzurieta. Inicios cómodos remontando la Nive d'Arneguy.





Pasando por Valcarlos, ya en territorio español.








La subida hasta el Puerto de Ibañeta no ofrece mayores dificultades que las propias del cansancio acumulado por la dureza de la etapa.








Unas cuantas curvas de herradura que dulcifican la pendiente.


Una fuente en el Camino de Santiago. Seguro que muchos peregrinos la agradecen, pese a empezar pocos kilómetros antes su singladura.


Continuamos con la subida a Ibañeta.


Llego al Puerto de Ibañeta, con su capilla y el Monumento a Roldán. Ibañeta fue de siempre vía de paso obligatoria para entrar en la Península Ibérica. Por Roncesvalles penetraron fundamentalmente los celtas, los bárbaros, los godos que se establecieron a lo largo de la cuenca del Duero, y naturalmente el rey Carlomagno con el más poderoso ejército del siglo VIII, camino de la ciudad de Zaragoza. Carlomagno, dado que fue derrotado en Zaragoza, decidió, camino de su reino, reducir a ruinas la capital de los vascones, Pamplona. Fue al regreso, en los Pirineos, entre el collado de Ibañeta y la hondonada de Valcarlos, donde hubo de sufrir una contundente emboscada por partidas de nativos vascones, a los que les resultó fácil provocar un descalabro general a base de lanzar rocas y dardos.

 En medio del combate fue muerto Roldán, Par de Francia y nieto de Carlomagno, y basándose en ello se escribió la famosa (y fantasiosa) Gesta de Roldán, uno de los trabajos artísticos más importantes de la Europa medieval. Hoy en día, ese suceso es recordado en el propio puerto por un espectacular monolito.

 Si el día es lo suficientemente claro, la vista del valle y el desfiladero es como para cortar la respiración, y si es la niebla la que preside el día, lo que oiremos serán las campanas que desde la ermita de San Salvador orientan a los peregrinos. Junto a este templo veremos una verdadera montaña de cruces dejadas por los sucesivos peregrinos, cruces de todas formas, colores y tamaños, clavadas como recuerdo y agradecimiento después del esfuerzo de subir Ibañeta.


Con tanta carga histórica, no me lo pienso dos veces y me adentro en la insoportable "carretera" que sube hasta lo más alto del monte Ortzanzurieta.


Una pista en un estado nefasto y lamentable.


Hoy no hace un dia radiante, por lo que me detengo a escuchar las campanas que guian a los peregrinos...


... mientras sigo padeciendo este asfalto roto y descarnado.


Mirando hacia los montes navarros...


... y hacia la parte francesa.


Aquí la carretera baja para luego reemprender la subida. Empiezo a bajar un poco, pero eso no hay manera de lo mal que está, por lo que se me terminan de hinchar las glándulas y decido dejarlo aquí. Nada de lo que haya arriba puede merecer esa desgracia de pista. Tengo muchas cosas por ver, y romper ahora algo sería el final prematuro de esta "Vuelta a los montes navarros".


Media vuelta y bajo con sumo cuidado, parando de vez en cuando para enfriar las llantas, descansar las manos y gozar de este atardecer.





Una lástima que la carretera sea tan miserable, pues la zona es preciosa.


Llego a Roncesvalles, punto de inicio para muchos del Camino de Santiago. Principalmente, para los que quieren ahorrarse el duro esfuerzo de subir Ibañeta, jeje.


Los peregrinos atiborran las mesas del hostal, en animada charla.


Siempre en terreno descendente, pasaré por Burguete y por Espinal.











Un pequeño escollo en el camino, el Puerto de Mezkiritz.


Y como veo que llegaré demasiado pronto al hostal, me adentro por una carreterita que en el mapa sale marcada como interesante. Va hasta Sorogain-Lastur, siempre siguiendo este arroyo.


Unos merenderos muy apañados...


... y esta edificación al final. El asfalto sigue, pero ya no sé adonde lleva. Yo decido que ya he investigado bastante y que me espera el hostal pues ya son cerca de las 7 de la tarde.


Llego a Erro poco después de las 7, una buena hora a la que ya firmo terminar el resto de etapas.


Tras una breve vuelta por el pueblo, voy a las afueras al Hostal Erro, donde por 22€ (reservado anticipadamente por booking.com) voy a descansar en esta cómoda habitación.


Una buena ducha, una pronta cena y a eso de las 9 de la noche ya estoy acostado. Me esperan casi 10 horas de sueño reparador que voy a dormir del tirón. Cuando me despierte, me esperan muchos sitios por descubrir. Ganas tengo!

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